Luis Marco Pérez
(1896 – 1983)
Luis Marco Pérez nació el día 19 de agosto de 1.896 en la pequeña localidad conquense de Fuentelespino de Moya enclavada en el extremo oriental de la provincia de Cuenca. Hijo de carpintero, sintió desde niño la atracción del trabajo de la madera. Su precocidad, puesta de manifiesto en la confección de pequeños pasos procesionales infantiles y en la obra de retratos de personas del lugar, determinaron la marcha de la familia a Valencia, para canalizar su vocación.
Allí tuvo Marco Pérez su primer maestro M. Quilix, con el que estuvo de aprendiz en su taller, a la vez que hacía los cursos en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos.
En 1.919 el artista obtuvo una beca que le permitió estudiar en Madrid. Así Marco pudo proseguir su formación ampliando estudios en la capital, entrando a trabajar en numerosos talleres de notables artistas de la época.
Su mayor vocación es la escultura, y así, en plena juventud, con veinte años apenas cumplidos, gana su Primera Medalla, con su obra «El alma de Castilla es el silencio…Cuenca», para la que le sirvió de modelo «La Gallera».
Enamorado de Cuenca y de sus gentes serranas, de alma noble y sencilla, llena de vida interior que aflora en sus rostros curtidos por la nieve y el trabajo, encuentra nuestro escultor los temas más queridos de su vida artística y, queriendo plasmarlos todos en uno, hace «El nombre de la Sierra», por el que recibe la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 1926.
Otro viejo serrano será su modelo para «El pastor de las Huesas del Vasallo», que significará para él la Medalla de Honor del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1930.
Es digno de destacar el extenso número de obras que el artista hizo para Cuenca. Así podemos destacar el Monumento a los soldados conquenses muertos en la guerra de África, que se encuentra ubicado en una céntrica plaza de la capital, concretamente en la Plaza de la Hispanidad. Este monumento fue inaugurado en 1.926.
Respecto a su obra imaginera, es importante destacar que Marco Pérez es el más prolífico escultor en la Semana Santa conquense al contar actualmente con 19 obras en la misma. Sus primeros pasos en la Semana Santa de Cuenca fueron la Santa Cena, El Descendido y un Cristo Agonizante, que más tarde sucumbirían en los trágicos incendios de 1.936.
La mayoría de obras que el artista realizó entre 1.940 y 1.955 fueron de carácter religioso y particularmente de imaginería procesional. Las dramáticas secuelas de la Guerra Civil la mantuvieron muy vinculado a Cuenca, ya que al haber desaparecido todos los pasos procesionales de la Semana Santa a consecuencia de los sacrílegos incendios, se le encargó en primer lugar, la confección de los dedicados a Jesús Nazareno para la iglesia de El Salvador y a Jesús Amarrado a la Columna para la iglesia de San Antón, habiendo concluido ambos a tiempo para desfilar ya en 1.941.
Entre 1.941 y 1.942 talló los pasos de San Juan Bautista, Jesús Orando en el Huerto (de San Esteban), San Juan Evangelista, El Prendimiento (Beso de Judas), La Virgen de la Amargura con San Juan Apóstol, La Soledad (del Puente), el Santísimo Cristo de Paz y Caridad (o de las Misericordias), y el Cristo Yacente, para continuar en 1.943 con el Cristo de la Luz (vulgo de los Espejos), y la Virgen de las Angustias. Todas estas tallas, proseguidas en 1.945 con El Descendimiento y Nuestro Padre Jesús y la Verónica (vulgo la Caída), y en 1.947 con los pasos de San Pedro Apóstol y del Santísimo Ecce-Homo de San Gil (o de San Andrés).
Desde los últimos años de la década de los cuarenta, Marco fue recibiendo menos encargos de pasos procesionales para Cuenca. Aún así, Marco siguió trabajando para las Hermandades conquenses. Así lo demuestran el paso de El Santísimo Cristo del Perdón (La Exaltación), el de Jesús de Medinaceli y el de Jesús entrando en Jerusalén (más conocido como la Borriquilla), los dos primeros de 1.951 y el último de 1.952.
Luis Marco Pérez, agraciado con numerosos premios y reconocimientos por sus obras, fallecía en su casa de Madrid, en la que vivía solo y casi en la pobreza total, el 17 de Enero de 1.983 a los 86 años de edad. Fue enterrado en el madrileño cementerio de la Almudena en una fosa bien poco digna de quien en vida había creado tantas formas bellas y alcanzando tan singulares recompensas.
Pocos días después, por O. Ministerial del 20 de Enero de ese mismo año, le fue concedida la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en su categoría de plata, a título póstumo. Dos años después, el 23 de Febrero de 1.985 y a instancias de la Ilustre y Vble. Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno de «El Salvador», los restos del artista fueron trasladados a Cuenca para recibir el homenaje de sus paisanos y encontrar definitiva y más digna sepultura.
Desde los arcos del Ayuntamiento, sus restos fueron acompañados por los guiones de las cofradías y por las autoridades hasta la Santa Iglesia Catedral Basílica, y al tiempo que el Coro del Conservatorio entonaba el «Miserere», eran paseados a hombros de antiguos alumnos suyos pasando por delante de trece de sus pasos procesionales, colocados en diferentes naves catedralicias según el orden cronológico que siguen en la Semana Santa de Cuenca.
Tras el funeral oficiado por el Obispo de Diócesis, Monseñor Guerra Campos, el cadáver de Marco fue acompañado por los sones de la marcha «Marco Pérez ha muerto» compuesta por Alfonso Cabañas e interpretada por la Banda de Música de Cuenca. Así se llegó al pequeño y reservado cementerio de San Isidro de Arriba, sobre la Hoz del Júcar, en el que, sobre una roca de las que sirven de asiento a la pequeña ermita, fueron depositados los restos que desde entonces reposan junto a los otros ilustres conquenses como Federico Muelas y Fernando Zóbel, en un maravilloso escenario natural de la tierra que animó sus creaciones.
Al cumplirse en 1.996 el centenario del nacimiento del ilustre escultor, la Junta de Cofradías de Semana Santa, con la ayuda de las instituciones, organizó varios actos conmemorativos. El programa se inició el 9 de marzo con la bendición de la rehabilitada sepultura del artista en el Cementerio de San Isidro. Le siguió el 23 del mismo mes la inauguración del monumento dedicado a Luis Marco Pérez en la plaza de San Andrés de la capital conquense, obra de corte realista, del escultor Ángel Heredero Bravo. El 18 de agosto fue descubierta una placa obra del ceramista conquense Adrián Navarro, en su pueblo natal de Fuentelespino de Moya.